¡Adiós, Sevilla del alma;
adiós, Sevilla, soberbio
teatro del mundo, esfera
de la discreción, y centro
de la grandeza de España,
y cifra, y mundo pequeño;
pan de Gandul de mi vida,
roscas de Utrera, del cielo,
alcaparrón como el puño,
aceitunas como el cuerpo;
sábalos como Alamillo,
ostiones en cárcel presos
por valerosos pescados;
sardinas, lenguados frescos,
pámpanos, sollos, acedias,
lampreas, barbos, cangrejos,
camarón con lima, vino
de Cazalla blanco y negro;
que a Castilla y a Aragón,
a comer siempre carnero,
me llevan, por mi desdicha,
travesuras de Don Tello
LOS VARGAS DE CASTILLA
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